Polémica por reforma de balcones en edificios históricos

Muchas veces se presenta el desafío para arquitectos y profesionales de la construcción de lidiar con pedidos, que si bien pueden parecer prácticos para quien habita la unidad, arquitectónicamente no son correctos, o van en contra de leyes u ordenanzas, al tratarse de edificios históricos.

Los casos más comunes son aquellos donde se solicita realizar el cerramiento de un balcón o una terraza, con un sistema de cerramiento de aluminio provisto por el mercado.

El tema es complejo, y debe analizarse desde varios ángulos. Uno se refiere, tal como lo explicábamos anteriormente, a la violación de normas o leyes que regulan y establecen cuando se trata de monumentos o edificios históricos.

Otra cuestión se relaciona con qué tipo de cerramiento o ampliación se desea realizar, y si el edificio o construcción soportará este nuevo peso que representa la construcción o cerramiento a realizar.

Además, dicha ampliación representará un incremento de las expensas que los copropietarios del edificio o PH deberán pagar, con lo cual la cuestión no es menor, y se trata de otro de los puntos a analizar y tener en cuenta.

Cabe ejemplificar con algunos casos de ampliaciones o añadiduras que se han realizado en edificios históricos de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, y que no han respetado el espíritu e historia del edificio, como así tampoco los códigos de construcción o urbanos vigentes.

Así, en la década del ’30 se construyeron en la Ciudad de Buenos Aires tres rascacielos. Uno el Kavanagh, sobre la Plaza San Martín, otro el Safico sobre la Avenida Corrientes, y el tercero el Comega, en la intersección de Corrientes y Paseo Colón. En su momento se erigieron como novedosos y revolucionarios, ya que llegaron a ser los más altos del mundo. Asimismo, arquitectónicamente se mostraban esplendorosos y mostrando lo más característico de la modernidad, con formas puras, blancas y sin ornamentos.

Resulta ser que a uno de los propietarios del Comega, se le ocurrió ampliar su unidad con un cerramiento, y así aprovechó la terraza que provoca el escalonamiento característico del histórico edificio para ganar unos metros a su propiedad. El resultado de esto es que desde la vereda de enfrente, o desde el Centro Cultural Kirchner se puede visualizar el injerto a este histórico edificio.

Otro caso muy desafortunado es un ejemplo que llega desde Mar del Plata. A la altura de Playa Grande se encuentra un edificio que es Monumento Histórico Nacional, el Terraza Palace. El mismo fue diseñado por el arquitecto catalán Antonio Bonet, quien fue muy importante en nuestro país e hizo escuela en muchos arquitectos.

Antonio Bonet fundó en 1937 el grupo Austral, con la finalidad de traer al Río de la Plata las ideas modernas de la arquitectura. Entre las obras más renombradas de Bonet figuran los Ateliers de Suipacha y Paraguay (1938); el Sillón BKF; el Hotel Solana del Mar (1946) en Punta Ballenas, Uruguay; las Galerías Rivadavia (1959) y de las América (1962) y el edificio Terraza Palace en Mar del Plata (1958).

El Terraza Palace de Mar del Plata es conocido como “la máquina de escribir”, por su forma. Fue concebido para dotar al edificio de grandes expansiones hacia el mar, además de evitar la excesiva sombra sobre la playa. Resulta que al propietario del dúplex del último piso se le ocurrió romper con la tradición del maestro Bonet, y realizó un quincho en PVC y policarbonato, un anexo que rompe con la historia y la simbología de este importante edificio histórico.

Lo cierto es que la arquitectura, como todo, evoluciona, y por cierto, debe adaptarse a las necesidades actuales, máxime cuando de habitación y vivienda se trata. Y lo cierto es que difícilmente se pueda sacar o añadir algo a un edificio sin que éste pierda su esencia o sentido. He allí el desafío de la arquitectura moderna.

Fuente: https://www.sramascopadilla.com.ar/blog/polemica-por-reforma-de-balcones-en-edificios-historicos-148.html