Existen determinados trabajos o profesiones que se encuentran constantemente expuestos al peligro de sufrir quemaduras. Es el caso, por ejemplo, de los bomberos, el soldador, personal del sector petroquímico, los cuales se encuentran bajo riesgo y precisan de una protección especial.
Es en estos casos donde cobra importancia la ropa ignífuga. Consiste en ropa diseñada especialmente para proteger a quien la lleva del contacto con el fuego.
Estas prendas se encuentran diseñadas para proteger al trabajador de por lo menos uno de los tres tipos de calor, aunque también pueden encontrarse en el mercado prendas que ofrecen amplia protección, ante la exposición de una combinación de todos los tipos de calor.
Los tres tipos de calor son el convectivo, el radiante, el conductivo y las salpicaduras de metal fundido.
El calor convectivo se produce por la quema de fluidos y proviene del aire alrededor de esta quema.
El calor radiante es generado por una fuente a muy altas temperaturas, como las producidas por un incendio, hornos de metal fundido o llamas de fuego controladas. Este tipo de calor se absorbe directamente por la masa y no por el aire circundante.
El calor conductivo es aquel que se produce por el contacto directo con superficies calientes, tales como los metales calientes.
La norma que regula lo referente a la ropa ignífuga es la norma ISO 11612:2010, y establece que dichas prendas deben encontrarse fabricadas a partir de materiales flexibles. Dichas prendas deben tener la finalidad de proteger el cuerpo de las personas.
Dicha norma también establece que la cabeza debe ir protegidas con polainas y capuces. Los pies deben ser protegidos con cubrebotas. Más allá de estas precisiones, la norma no establece otro tipo de protección para la cabeza, los pies o las manos.
Además, el equipo de protección individual no debe ser elaborado con materiales combustibles, sino que debe ser capaz de resistir el calor radiante o convectivo. Asimismo, durante la exposición las prendas ignífugas deben ser capaces de mantener la integridad y la resistencia, contra la toxicidad y la transparencia de humos. Pero, por sobre todas las cosas, debe tratarse de prendas cómodas para el usuario.
Por su parte, existe una categorización de prendas. Así, se deben usar prendas categoría II cuando se desarrollan trabajos en ambientes calurosos con temperaturas menores a 100 ºC, mientras que para trabajos en temperaturas ambientes mayores a los 100 ºC se deben utilizar prendas categoría III. En este último caso, se trata de los trabajos realizados con radiación infrarroja, llamas o grandes proyecciones de material fundido.
Debe considerarse que la ropa de trabajo ignífuga no es un traje para luchar contra el fuego, sino que la misma posee una capacidad retardante del efecto del fuego sobre la piel. Pero, si se está muy cerca de las llamas, o se entra en contacto directo con las mismas, dicha capacidad se reduce.
También hay que tener en cuenta que no todas las prendas ignífugas ofrecen protección ante un choque eléctrico, sino solamente las que se encuentran certificadas. Y cuando las prendas se encuentran certificadas, dicho efecto aislante puede afectarse o reducirse por acción del agua, la humedad o el sudor.
Es de suma importancia darle un correcto mantenimiento a la ropa ignífuga, ya que la suciedad también reduce sus capacidades aislantes. Así, deberá ser lavada aparte del resto de la ropa, usando detergentes sintéticos, y evitando el cloro y los suavizantes.
Por último, es necesario escoger la talla correcta. La ropa de trabajo ignífuga no puede ser ni muy suelta ni muy apretada. En el primer caso puede llegar a exponer al trabajador ante el peligro de enredar su ropa en alguna maquinaria. En el segundo caso, le reduciría los espacios de aire tan necesarios entre el material de la ropa y la piel.